domingo, 20 de diciembre de 2009

Un principio... y un final.

Todo empieza siendo un hermoso cuento de hadas, algo que imaginamos perfecto, que vamos poco a poco... idealizando.
Pasa el tiempo, y tú sigues con los ojos cerrados chocando contra las paredes, pero de eso no te das cuenta. Sólo te das cuenta de que le quieres, y no te importa nada más.
Golpe tras golpe, acabas por no levantarte. Es él el que te levanta una vez detrás de otra, y, poco a poco, vas dependiendo de su luz, de su fuerza. Llegará el momento en el que ni siquiera sepas respirar si no te dice como hacerlo...
Es entonces cuando abriras los ojos, pero ya será demasiado tarde. Sigues chocando contra la pared, comprendiendo que él es la pared contra la que te golpeas; él es el muro que tantas heridas te ha causado. Ya lo sabes, y ahora... ¿qué vas a hacer? ¿Irte, sin más?
Bien sabes que no eres capaz de levantarte sola, él te lo ha repetido una vez tras otra...
¿O sí lo eres? Si no lo intentas, jamás lo sabrás...
Huye. Vete, lejos, muy lejos. Escapa.
Tú podrás levantarte sola, y lo sabes. Ya no habrá más paredes contra las que chocar; no habrá quien te diga que no puedes lograrlo. Porque todo es posible si tú te lo propones... y tú ya te lo habías propuesto hace muchísimo tiempo, sólo en tu fuero interno, ¿no es así?
Pues realizalo. Huye.
Sonríe.
Este es el final de un "vosotros", no de un "tú".
Huye.

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